Una de las ventajas principales de ser un vagabundo errante es que jamás te detienes el tiempo suficiente como para involucrarte con la gente hasta el punto de no poder separarte. Vas de un lado a otro, a todos lados, y logras ser reconocido en todos lados, pero sabes que en algún momento tendrás que marchar. Y no será algo pomposo esa despedida, sino, más bien, algo calmo.
No obstante, no es este el tema que me alienta a escribir hoy por hoy, esto es sólo un fútil desvío. Más que lo anterior, me llaman la atención las simplezas de la vida. Y particularmente una simpleza: La simpleza con que la gente logra complicarse la existencia aun más de lo que ya les es complicada por ley de natura.
Casi nunca se nos enseña cuáles son los mejores caminos para solucionar nuestros problemas. Y si por alguna casualidad algún iluminado se acercara con alguna luz de salvación es probable que no lo veamos, puesto que la vida es un vertiginoso caudal que tantas y tantas veces nos embriaga de narcicismo y no nos deja ponerle la atención suficiente al pobre ocioso que pretende ayudarnos. Sin embargo, esto no ocurre así como así, no señor. Si situaciones como estas ocurren tan a menudo en la nuestras significantes vidas de ser humano corriente, es porque todo esto es una fuckin' prueba. En la que no gana el que logra más recursos, ni el de los pensamientos más complicados, ni el de las palabras más rebuscadas; sino que gana (siempre termporalmente) aquel que logra darse cuenta que entre menos se complica más bello se torna su ambiente en derredor. Ya le escuchaba yo a un cantante de aquellos que la sociedad considera 'only for women' decir algo así como que: "Nos desconcierta darnos cuenta que la vida no tiene ningún misterio. Y por eso tenemos la necesidad de complicarla".
¿Por qué les decía yo esto?
Ah!, porque encontré una canción que bastante me gustaba en mis tiempos de niñes cuando le quitaba sus cassettes a mi mamá para escucharlos todo el día. Y en ciertos versos de esta canción encontraba siempre frescas algunas directrices que invitan a enmendar este camino de sumarle complejidades a la vida y comenzar a afrontarla con más simpleza. A evitar aquellos pequeños malos ratos, tan evitables si fuésemos más concientes del daño que causamos a quienes nos rodean y al karma de nuestra sociedad en sí. La humildad que a tantos, y en eso me incluyo, nos hace falta. Y el irrefrenable anhelo de los soñadores por aportar con una gota de apoyo a las soledades de un mundo que corre y no para.
...
Hablado:
Me pongo el sol al hombro
y el mundo es amarillo
y si llueve, me mojo,
y no me enojo por que no encojo."
"Una lechuga me basta y me sobra
para hacer sombra
y qué me importa si no me nombran".
"Limpio mi vagón de carga,
duermo una semana larga,
como una porción de pizza
y me vivo de la risa."
"Me gusta andar
pero no sigo el camino
pues lo seguro ya no tiene misterio,
me gusta ir con el verano muy lejos
para volver donde mi madre en invierno
y ver los perros que jamás me olvidaron
y los abrazos que me dan mis hermanos,
me gusta, me gusta."
Cantado:
Me gusta el sol, Alicia y las palomas,
el buen cigarro y las malas señoras,
saltar paredes y abrir las ventanas
y cuando llora una mujer.
Me gusta el vino tanto como las flores
y los conejos pero no los tractores,
el pan casero y la voz de Dolores
y el mar mojándome los pies.
No soy de aquí ni soy de allá
no tengo edad ni porvenir
y ser feliz es mi color de identidad,
no soy de aquí ni soy de allá,
no tengo edad ni porvenir
y ser feliz es mi color de identidad.
Me gusta estar tirado simpre en la arena
o en bicicleta perseguir a Manuela
o todo el tiempo para ver las estrellas
con la María en el trigal.
No soy de aquí...
No soy de aquí ni soy de allá - Facundo Cabral
viernes, 28 de marzo de 2008
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